EN VIVO

Vea nuestro noticiero aliado Atlántico en Noticias

Comenzo a transmitir hace 30 minutos
Imagen del libro.
Imagen del libro.
Foto
Cortesía

Share:

Ocho cuentos felinos o la gran madurez narrativa

Textos con una gran calidad literaria.

Por Adalberto Bolaño Sandoval

Abocados desde hace varios años a una aventura literaria de amigos, algunos escritores del Caribe colombiano decidieron publicar sus cuentos desde el año 2014 en un libro denominado Cuento felinos. Inicialmente fueron José Luis Garcés González, Adolfo Ariza Navarro, Raymundo Gómezcásseres y Clinton Ramírez, con dos cuentos cada uno, y Guillermo Tedio, con uno. Los textos mantenían una gran calidad literaria.

Pero he aquí que, como algunas revistas literarias en Colombia, la relación literaria y amistosa se mantuvo (amigos desde hace muchos años), y, así mismo, continuó el proyecto cuentístico, desde entonces, merced al apoyo de la Universidad del Magdalena, entidad que decidió continuar con esa publicación bajo el mismo nombre, desde 2019. A estas selecciones, que no antologías (¿o quizás sí?), desde el número dos, se agregaron Martiniano Acosta, Annabell Manjarrés Freyle y Carmen Amelia Pinto. Y en las siguientes ediciones, han participado otros narradores, pero siguiendo la base inicial, generalmente.

En este número ocho, correspondiente al año 2024, los aportes mantienen su excelente disposición literaria. Martiniano Acosta, en “Silencio crucial”, cuenta la búsqueda de un periodista para entrevistar a un amigo folclorista en una población del departamento del Magdalena, pero no lo encuentra, pues esta se encuentra dominado por un ejército incierto, que ha hecho huir a sus habitantes. Presión, dolor, soledad, abandono, son las palabras que encierra esta narración, reflejo de la Colombia actual. No hace sino recordar “Los ejércitos” de Evelio Rosero, o “Río Muerto” de Ricardo Silva Romero, o cualquier historia donde los invasores armados pueden ser cualesquiera.

Imagen del libro.

El segundo cuento, “Le petit dauphine”, de Adolfo Ariza, propone una historia historicista o una propuesta de re Historia: la presencia de Anita Lenois (Lenoit, según es reconocida), la francesa que enamoró a Bolívar en su paso a Salamina y Tenerife y que fuera presentada al Libertador por el propio padre de la dama. El cuento puede suponer una respuesta hipotética a algunos historiadores que niegan ese romance, y, quizá, por ello, el tono de crónica periodística y, ciertamente dubitativa, complementa, al mismo tiempo, esta narración.

En “Lengua muerta”, Jaime Cabrera González, escribe sobre la vida del profesor B****, un enigmático personaje extranjero, quien queda desempleado por la compañía que lo contrata en Colombia, quedando no solo exiliado territorial sino económicamete, aunque, en su reemplazo laboral, como conocedor de varias lenguas, es contratado como docente en varias instituciones barranquilleras y en diferentes asignaturas, durante muchos años. El cuento muestra probidad, desarrollando una vida llena de oficios, de soledad, de amor, pero también de preocupaciones desde y por los otros, como el de José Luis Garcés, en el mismo tomo, “Fernández y el profesor Schneider”.

En este último, Garcés González desarrolla, una vez más, el conocimiento narrativo del autor monteriano, no solo a nivel de contador de historias, sino poner en escena el viejo dilema entre un docente que desdeña o polemiza, de manera mayéutica, con su estudiante, quien se mueve entre la pasión, la admiración y la crítica a ese viejo profesor que vive entre viejos mitos de sus ascendientes europeos y de sus invenciones al haber vivido en París.

Unido a estas historias profesorales, “El tomo III”, de María Angélica Pumarejo, observa la vida de su protagonista inicial, un profesor y filósofo colombiano que abandona Europa, luego de ser llamado a dictar cátedra, dejando atrás inmisericordemente una mujer y su hijo, así como a otra mujer, Rocío. Posteriormente, en Bogotá, una familiar intenta rescatar sus libros, luego de una tormenta. La memoria del profesor, como su biblioteca, tras el fenómeno atmosférico, no quedará indemne.

El misterio surge en “La siniestra confesión de un labriego desconocido”, de Iván Darío Fontalvo, cuyo centro es la muerte incógnita de varias personas que buscan esclarecer las palabras que dijo un jornalero al sacerdote del pueblo a donde llegó y cómo, tras esa confesión, se generan más muertes, a raíz de esas secretas palabras iniciales. Iván Darío Fontalvo ha sido ganador de varios concursos de narrativa, y este cuento muestra sus aptitudes y fortuna literarias.

Quien se introduce en una vida cotidiana, llena de angustias y contradicciones, es Naudín Gracián, al contar, en “Suicida”, los momentos filosos de un joven vendedor de dulces en los buses. El texto no solo desarrolla en clave sus ansiedades de vendedor primíparo y sus miedos, sino la soledad contrariada que lo acompaña en esos momentos, pues, de manera paralela, muestra su aprensión al recordar a su pareja, quien lo espera en un barrio de invasión. El texto revela el filo de la navaja sobre la que pende su vida desde hace varios días atrás.

“Mujer Maravilla al rescate”, de Annabell Manjarrés Freyle, celebra una mirada satírica de esta heroína, en clave humanizada, sobre la suerte en su vida amorosa con Batman. Por su tono aparentemente ingrávido, brevedad y gracia, no obstante, brinda una dimensión novedosa y profunda sobre las contradicciones de una mujer moderna que tiene un universo aparentemente diverso, y no por ello menos contemporáneo.

Una forma de afrontar un mundo también complejo lo encarna Aurora Elena Montes, quien desvela los descruces y contradicciones entre dos esposos militares, en “Sin comentarios, mi amor”, cuyo evento central es la puesta escena de un drama de desdén entre militares y su crítica a una viuda que quiere ignorar también el suicidio de su esposo. Al mismo tiempo,  revela la compleja situación que se crea cuando ella decide vivir en la casa adjudicada por el cuerpo militar.

Cierra el cuentario el texto de Clinton Ramírez “Encomienda para el señor Linneo”, una nutrida y precisa escenificación, llena de guiños históricos, cuando el botánico colombiano José Celestino Mutis envía al científico suizo Carlos Linneo un sorpresivo e inesperado obsequio desde América. El autor despliega una tensión evolutiva latente y suficiencia sapiencia narrativa, que refuerza, aun más, los aportes de este libro.

Como la buena literatura, a estos cuentos los une las cosmovisiones pesimistas. Los cuentos sobre profesores, especialmente, convienen en ejercitar la caída del ser, la reincidencia y la pervivencia del fracaso en su destino. Los otros personajes de las tramas muestran imágenes cuya proclividad los acerca también a diferentes formas de violencia, al subsumirlos en mundos inciertos. Quizá escapan a estos, “Le petit dauphine” y “Mujer Maravilla al rescate”, que disuenan, el primero, con su escritura de aparente borrador versátilmente bien escrito, de alguna forma como apuesta palimpséstica. Y el cuento de Annabell Manjarrés Freyle, que, a modo de una doble faz de su personaje y de su escritura, sobreescribe los modos en que la mujer actual (de todos los tiempos) quisiera trazar, igualmente, su “otra” historia frente al hombre.

“Cuentos felinos 8”, como todos los textos de estas selecciones, mejoran cada día más, y revelan la gran calidad maestría narrativa de sus autores, la necesidad de continuar apoyando estas publicaciones, que, ya de por sí, se constituyen en antologías (¿o selecciones) valiosas y dignas de continuar su camino bajo ediciones con mayor número de autores y de páginas. Es deseable, por último, para los compiladores o editores, reevaluar la aparición de los prólogos, pues los buenos o excelentes libros no necesitan explicación o introducciones.

Más sobre este tema: